sábado, octubre 14, 2006

Al fin lo intenté. No estoy muy seguro de por qué, ni de cómo.

Al llegar el día de ayer por la noche no parecía que las cosas llegaran a éste punto, y aunque yo sabía que eventualmente llegaríamos aquí nunca supuse que sería tan pronto. A lo largo de la noche fajamos como en otras ocasiones: intensamente y dejando al tiempo transcurrir abstraídos en nuestro placer mutuo. El orgullo que me invade al ser capaz de complacerla es suficiente retribución para mi, pero no por eso apacigua el ardor de mis fantasías. El transcurrir de las manecillas crónicas era felizmente lento y no fue hasta muy entrada la madrugada que caímos en poder de Morfeo.

Serían algo así como las ocho de la mañana cuando despertamos y no recuerdo bien cómo salió a conversación el reto, pues eso era: un reto. La manera en que lo expresó estimuló mi naturaleza rebelde, aunque la parte racional se oponía debido a una posible manipulación por psicología inversa. Largos momentos me debatí bajo las fuerzas de esta dicotomía, hasta que no pude mas y le planteé la inconveniencia de expresar una opinión con esa sintaxis, lo que implicaba y lo que generaba en mí.

La sorpresa que ví en su mirada me convenció que no había esperado esa respuesta de mí, probablemente estimó mal la diferencial de los potenciales de miedo y emoción que hay en mi interior. Mas aún, su rostro pasó de la sorpresa a la incredulidad cuando le dije que había que enfrentar las emociones encarándolas, y después se transformó en miedo cuando me levanté para vestirme y salir a la farmacia.
Externó la inseguridad que mi reciente decisión le causaba mediante una miríada de preguntas y comentarios.

Era temprano, como las 9 y fracción y quedaría poco tiempo para la acción. Intenté no avergonzarme al pedirle preservativos en la farmacia a la sra. que me atendió, ella no hizo ninguna cara.
Camino de regreso muy tranquilo y seguro de mi mismo. Cuando entré me había enfriado (en ambos sentidos).
Ella no estaba en su habitación e intuí que había ido al baño. Hizo su aparición tal como la había dejado: en su grácil y bello estado natural (sin ropa).

Ya en la cama, la inhibición que pocos gramos de latex y envolturas nos inducía, era proporcional a la inseguridad que sentíamos y completamente opuesta a lo que hubiera sido de esperar... nos quedamos abrazados unos minutos, incapaces de iniciar algo que generaba tanto miedo así que le propuse que podríamos comenzar por hacer algo sencillo y que habíamos considerado muy peligroso como para atrevernos sin protección: fajar con contacto directo.

Obviamente la retribución sensorial nos excitó lo suficiente como para alocarnos un poco y hubo un accidente: me sacó el condón no estoy seguro cómo. Ella se asustó un buen pero me puse otro sin darle oportunidad a ponerme mas nervioso, ya con trabajos podía mantener la erección. Intercambiamos lugares varias veces, la situación podía considerarse casi cómica pues nos cansábamos en pocos minutos.

Continuamos con lo que nos habíamos propuesto, pero los diferentes intentos no dieron resultados. Por una parte, los nervios no me permitían alcanzar la rigidez suficiente, por otra a ella le dolía mucho cada vez que iba en la dirección correcta y no quería lastimarla. La única vez que estuve cerca de penetrarla si sentí su entrada en mi punta y fue agradable aunque sensorialmente difuso, impreciso, sin embargo...
el fracaso no impidió que le pudiera retribuir el miedo, la vergüenza y el dolor con mucho placer.
El tiempo se nos terminó y nos vimos obligados a abandonar la iniciativa original, posponerla para cuando hubiera mas tiempo, paciencia y circunstancias mas favorables. Ella tenía que irse a casa pues la esperaban a comer, mi caso no era muy diferente.

Ahora, varias horas después de sucedido no comprendo cómo es que no hay una revolución emocional. Yo esperaba, anticipaba, pronosticaba una inestabilidad generada por ello y no la hubo.

Nada ha cambiado en mí: mis sentimientos son los mismos, no miro a la gente de forma diferente
y para consuelo o humillación mía (aún no estoy seguro de cuál de los 2) sigo siendo virgen (a pesar de haber intentado dejar de serlo).
La perspectiva de que pronto eso cambiará me pone muy nervioso, pero no lo suficiente como para que huya despavorido, y lo que es peor: si ya lo pude enfrentar una vez, probablemente pueda volver a hacerlo.

Como soluciones se me ocurren muchas, y sólo para empezar mencionaría intentarlo con tiempo: hora y media no son suficientes para vencer todos los obstáculos de un primerizo.
Por supuesto que hay mas, y una de las propuestas que me llama la atención sería el Viagra, aunque por sugerencia de un desconocido de un foro, seleccionaría el Cialis que señalan ser mas efectivo.